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Daumier, un caricaturista francés del siglo XVIII, murió pobre y ciego. Pobre, porque como tantos otros grandes artistas, hasta que no mueren no se les reconoce el mérito. Solo en sus últimos días de vida sus amigos acertaron en montarle una exposición retrospectiva de casi 60 años de sátira mordaz, cuyo comité estaba encabezado por Victor Hugo. 4000 litografías, 300 dibujos, 200 pinturas y docenas de esculturas, hay poco más que decir. Ciego, porque sus ojos habían ido perdiendo su capacidad de ver, cansados de máscaras y maquillajes, para dejar paso a esa vista que todo lo traspasaba, la mirada del alma.
En ciertos aspectos los dibujos de Honoré Daumier, que en muchos casos elaboraba como viñeta cómica para periódicos, tienen un trazo ciertamente moderno. Los temas, la técnica, grotesca y delicada, hablan de jueces, reyes y demás vicios humanos. Se asemejan a las litografías de Goya en forma y temática, y nos descubren a otro genio de igual calibre, pero menos conocido en españa.
“El caricaturista de verdad no toma como modelo los aspectos externos del sujeto, sino sus característica internas, morales y psicológicas, y las describe mediante la deformación.”
La caricatura es un arte dificultoso, especialmente la modalidad que desarrolla Daumier. Normalmente se coge a un personaje, y se exageran los rasgos físicos. Eso es caricatura menor. El caricaturista de verdad no toma como modelo los aspectos externos del sujeto, sino sus característica internas, morales y psicológicas, y las describe mediante la deformación. Quizás en sus dibujos reconozcamos a gente conocida, porque por mucho que pasen los años, las oscuras pasiones y acciones de la gente siguen siendo las mismas. Tiempos modernos … tanto ayer como hoy, quizás no tanto.
Hoy en día se suele pensar en la progresión histórica linealmente ascendente como algo real, espejismo que gracias a la reciente crisis financiera está diluyéndose en cierta medida. Mucha gente pensaba que la economía siempre iría bien, que los precios y salarios en el mundo occidental crecerían indefinidamente. Ahora, pueden empezar a vislumbrar que no será exactamente así. Embarcarse en una hipoteca a 30 años es, por lo menos, muy temerario. 30 años de linealidad económica. 30 años sin guerras. 30 años sin cambios. Históricamente la probabilidad de que la humanidad haya remendado sus antiguos errores es, mal tenga que afirmarlo, muy improbable. Los monstruos de Daumier siguen paseándose entre nosotros, husmeando con sus afiladas napias y royendo con quebradizos dientes. Al andar por la calle, si te fijas, podrás ver como te espían con ávidos ojitos de poder.
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Daumier era un artista tremendo, con una mirada como bisturí, sus caricaturas son una escuela aún actualmente, el movimiento que transmiten sus dibujos son fantásticos, además de ser un pintor muy sensible. Agradecido de poder acceder a sus imágenes.
Luis Schinca