Este fue un preludio vacacional de fin de semana en las tierras del Delta de l’Ebre. La primera noche, fatigados por el viaje, nos sorprendió una luna roja como la sangre asomando encima las aguas.
Comimos a destajo, ahumándonos y deleitándonos con la vida campestre.
Los atardeceres nos regalaron luces de oro y aceite de belleza sin igual.
Pero todo lo bueno se acaba, y volvimos a nuestra sórdida y tecnológica existencia, soñando ya, con el verano y la Toscana.