El mito del supervillano y los cortes de pelo de Kim Jong Un



Como es bien sabido por el público en general, Corea del Norte se halla inmersa en un planteamiento político particular, del que ya quedan pocos. Su base ideológica es el Juche, un leninismo proteccionista, belicoso y romántico —léase nacionalista—, que aboga por la responsabilidad del individuo en la revolución.  Básicamente la mayoría lo resumiríamos con que son comunistas, y es tal la popularidad de su líder actual, Kim Jong Un, que se ha convertido en un icono transcultural y global. Pero la confección del icono no es fortuita, los medios de comunicación —alentados por fuerzas del Oeste capitalista dirán los conspiranoicos, empujados por los tópicos sembrados por James Bond y Fu Machú diría yo— son quienes realmente han ido dibujando el personaje poco a poco, para que Kim Jong Un terminase encarnando el mito del supervillano que Marvel y Hollywood nos han vendido desde chicos.

Kim Jong Un, Quimet[1] para los amigos, ya no es dueño ni de su propia imagen, que a estas alturas pertenece a los publicistas y a las masas de occidente, que en él ven la versión oriental del Doctor Maligno de Austin Powers, y en su régimen el control paranoico de 1984. Pero no debemos olvidar que detrás del personaje hay un hombre, y más aun, debajo del hombre hay un país con gente de carne y hueso, aunque en nuestra percepción del mundo sean meros personajes secundarios —sino extras— de una película de serie B.

Debido al mito del supervillano que planea sobre el líder de Corea del Norte, es cómodo aceptar como verdadera cualquier noticia, por extravagante que esta sea, que aparezca en referencia a él.  Y como más chiflada y rara se presente la noticia, más creíble resulta. Porque reafirma la idea que tenemos del personaje, y un supervillano, no puede más que hacer  supermaldades: prohibir a las mujeres el ir en bicicleta, cambiar el sistema de puntuación del básquet, condenar a muerte a su tío, o establecer los cortes de pelo que están permitidos, entre muchos otros caprichos que Quimet orquestra mientras ríe a carcajada suelta y acaricia a su gato persa.

Este último punto, el de los 28 cortes de pelo oficiales (10 para los hombres, 18 para las mujeres), se me antojó irónico teniendo en cuenta la, digamos, curiosa estética del líder norcoreano, y me llevó a profundizar un poco más en la noticia. Podría decir que fue por interés geopolítico, pero en realidad fue puro aburrimiento lo que me instigó a investigar. En cualquier caso, descubrí un pequeño blog[2] donde estudiaban el tema de la noticia y su recorrido, desmontando la veracidad de la misma. Por lo visto era uno de tantos bulos sensacionalistas que periodistas sin mucho que contar —sin mucho que contar periodísticamente, porque literariamente es genial— se han ido inventando con tal de rellenar su columna diaria.

Sí, lo del corte de pelo es una chifladura, pero ¿acaso no es lo que espera la gente de personaje un chiflado? Chiflado y malvado, claro. ¿Qué otras noticias sobre Kim Jong Un y Corea del Norte eran falsas? —me preguntaba yo en mi indolente vagar por la red—. Pues según este blog “todas”, y de un lado pasamos al otro, del demonio coreano que quiere reventar el mundo a base de bombas atómicas, pasamos a la feliz utopía de Yupi.

Y es que la defensa a ultranza del sistema de Corea del Norte, sin crítica alguna, que presentaba ese blog en cuestión me hacía dudar, que justamente es lo que su autor no hacía, de su imparcialidad. Esto no significa que en Corea del Norte existan solo 28 cortes de pelo permitidos, lo cortés no quita lo valiente, pero sí que la verdad debe encontrarse, respecto al tema de Corea, en un punto intermedio. Y aquí lo importante es dilucidar si la realidad tiende para un lado o para otro. ¿Quién tendrá razón?

Claramente estamos ante un ejemplo de manipulación informativa, y a menos que tengamos pensado estudiarlo in situ nosotros mismos, nuestra opinión vendrá determinada por la credibilidad que otorguemos a las diversas y contrapuestas fuentes. Por supuesto, siempre son más atractivos los tópicos coloristas y la simplicidad dual, pero por mi parte, y lamentándolo mucho, me merece más credibilidad un pseudofanático utópico que muchos periódicos. Por lo menos las utopías son bonitas, pese a que las personas siempre las terminen estropeando.


Notas:

  1. ^ Quimet, que es el Quim pequeño, con la misma sonoridad que Kim, es el diminutivo en catalán del nombre Joaquim.
  2. ^ «De Pyongyang a La Habana», blog pro norcoreano.

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