Factor oportunidad



Suelo defender que es el esfuerzo, y no la suerte o el azar, lo que a final de cuentas, una vez superadas las zancadillas que nos va poniendo el destino, determina la vida de cada uno. Llámalo Karma, llámalo causa-efecto, llámalo “la cabra tira al monte” (y si la cabra no va al monte, ya vendrá el monte a la cabra). Es una concepción bastante difundida hoy en día, donde es normal aferrarse a la causalidad, rehuyendo el peso de lo incontrolable, pues ya no hay dioses a los que idolatrar ni demonios a quienes culpar. Pero a pesar de que sea la acción, guiada por la voluntad de los deseos, el empuje que socava el lecho del río de nuestras vidas, no hay que olvidar que el inesperado azar condiciona el poder del acto, y más aún, descubre oportunidades que de otra forma hubieran restado ocultas, y las consecuencias, de las consecuencias capaces de tumbar imperios, que emanan de las más fútiles nimiedades. Es el efecto mariposa, que reside en el día que se levanta nublado, en el interior del tomate que compramos en la esquina, o en cualquier elemento azaroso que hallemos a lo largo de la jornada. Podría conjeturarse que la proporción de factores fortuitos que intervienen en una actividad, por cotidiana que esta sea, es inmensamente colosal, y las posibilidades e implicaciones hacen del mundo un lugar que puede llegar a ser maravilloso (si encuentro un billete de 100) o terrible (si me corto un dedo).

Pero cabe preguntarnos, ¿si Newton no hubiera sido golpeado por una manzana en la cabeza, hubiera desarrollado sus teorías sobre la gravedad? (Aceptando que el mito de la manzana fuera cierto). Pues probablemente sí, porque la manzana solo fue el desencadenante de un proceso que iba cociéndose en su testa. Si no hubiera sido la manzana, hubiera sido el gato al saltar del tejado, o vete tú a saber qué. Por ello, vemos que por lo común, la voluntad es la fuerza que sujeta al azar cotidiano, se vale de él, puede que hasta lo ignore, y como un borrico con una zanahoria en un palo avanza impertérrita hacia su objetivo. Pero la voluntad requiere asimismo del azar para cumplir sus fines, porque el azar da las oportunidades, muchas de ellas difícilmente alcanzables por vías causales, para llegar al destino deseado.

El factor oportunidad son las puertas aleatorias que constantemente se nos presentan, caminos que si nos atrevimos a seguir quizás nos lleven a nuestro destino, o puede, que hasta nos hagan cambiar de punto de vista y deseos, y modifiquen el relato de nuestra existencia irremediablemente. Detrás de cada oportunidad nace una raíz que se bifurca infinidad de veces hasta nuestra muerte, de ella brotan otras oportunidades, miles y miles de raíces que están condicionadas por el tronco que elijamos a cada momento. Y eso, junto al acto, es la vida desde la subjetividad de la conciencia. Acción y caos, no hay que desestimar ninguno de los dos. ¿Qué sorpresas estarán aún por venir?


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