Constructivismo de la nada: coincidencias y diferencias con la cuántica



Siempre me ha molestado la mística de la física cuántica, sus alegatos de que algo es y no es al mismo tiempo, hasta que al medirlo colapsemos la función de onda. A mi entender, esta mística determina como real un mecanismo que es puramente funcional.

La mecánica cuántica es una ciencia probabilística, que debido a las ínfimas magnitudes en que opera, en las que existen elementos o fuerzas no medibles actualmente por su tamaño o sutileza (o puede que hasta inalcanzables para nosotros), no obtiene resultados absolutos, sino de probabilidades de que se dé un estado o fenómeno. Este tipo de aproximación puede aplicarse a otros ecosistemas, como al universo interplanetario (como hizo Laurent Nottale en 1991), y no por ello los planetas pasan a tener estados superpuestos hasta que los midamos.

La naturaleza estadística de la cuántica debe entenderse como lo que es, la mejor herramienta que tenemos para describir un seguido de fenómenos, pero no se trata del fenómenos en sí. Es un marco de reglas para hacer previsiones.

Aun así, muy a mi pesar, en un punto coincido con la cuántica: es el sujeto quien determina que haya una realidad, aunque cada cual defina que esto ocurre por distintas razones.

Según la física cuántica el observador colapsa la función de onda y determina una realidad concreta. Pero el gato nunca ha estado muerto y vivo a la vez, simplemente no sabíamos cómo estaba hasta abrir la caja, y lo cuantificamos con probabilidades.

Para mí, la realidad no existe, o se manifiesta, fuera de la conciencia que recorre una línea temporal en un universo concreto que permite su percepción. Pero todavía más allá, la única realidad absoluta es la nada, y es la posibilidad de nuestra conciencia lo que metafísicamente nos da cabida, y hace que experimentemos el mundo donde somos posibles. Un mundo lógico, sin embargo, donde la única magia viable es aquella que es plausible y respeta la coherencia del sistema.

Pues de la nada no puede salir nada, pero lo contiene todo. Y de un acérrimo determinismo paso a un fantasioso constructivismo de la nada, como si poesía y razón pudieran entenderse, como si ciencia y filosofía pudieran llegar a ser compatibles.


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