Efecto mariposa, globalización y post-verdad



Un chino se come un pangolín en Wuhan y el mundo se detiene.

Es curioso confirmar como las acciones individuales son las que realmente modelan la realidad, y ese resto que queda en el porcentaje de efectividad de predicción en la psicohistoria[1], quizás 0,0001, sea mucho más significativo que la masa en sí. Porque en un mundo globalizado las tendencias se extienden rápidamente, y una gota de púrpura puede teñir en un momento el globo entero. De lo puntual, emerge el reflejo, y del reflejo la multiplicidad, y de ella emanan sinergias que como vientos arrancan olas y hasta en ocasiones, maremotos.

Una persona puede cambiar el mundo, para bien o para mal, y habrá que aprender a coexistir con ello en este mundo globalizado y abierto, donde la globalización implica también fragilidad.  Pero no nos engañemos, nuestro mundo es tan grande como el de una persona en el medievo. Es el que puede cabernos en la cabeza. Y en la cabeza cabe desde dios al demonio, desde los anillos de Saturno a un chiringuito en Rapanui que vimos en un reportaje. A lo largo de la vida aparecen problemáticas diversas, tanto hoy como en la edad de piedra, y si su origen creemos es demoníaco o viene de la otra punta del globo no modifica el problema en sí. Otro cantar es la solución que apliquemos, que viene determinada por lo que tengamos revoloteando por la testa.

Porque actuamos, como no podría ser de otra manera, en base a lo que sabemos. Y sabemos, cuando el problema viene de China o es ira divina, lo que los medios o el cura de turno nos dicen. Claro que a medida que se van teniendo datos, podemos analizarlos y sacar conclusiones por nosotros mismos, pues si dejamos que otros los interpreten pueden tocarnos una melodía acorde con sus gustos musicales. Pero hay demasiada información que procesar, y delegamos en aquellos que consideramos expertos la lectura de los datos. ¡Pero ojo! Los expertos no son infalibles —recuérdese la crisis de 2008—, e igual que cualquier persona darán su opinión en base a unos datos, que pueden ser muy parciales o hasta erróneos según la metodología. Y no mentirán estos gurús del siglo XXI, siquiera dirán lo que pueden extraer de unos datos concretos. Y esto, a veces, dista mucho de la realidad de un fenómeno.

Entonces, hay que aprender a dudar para buscar la descripción que más se ajusta a un fenómeno. Hay que dudar de los datos, hay que dudar de las fuentes, y hay que dudar de los intereses, donde propiciar otra crisis económica engordará el bolsillo de algunos. Pero ante todo hay que actuar, y uno debe tomar decisiones. Y al final se trata más de un problema moral que médico. De asunción y responsabilidad. De salvaguardar la conciencia hoy (que solo se ocupa de lo conocido y cercano) o preservar el mañana.


Notas:

  1. ^ Ciencia ficticia inventada por Isaac Asimov en su saga «La Fundación», donde aplicando estadística y psicología a las masas se predice su comportamiento y desarrollo en el tiempo. No muy alejado de las elucubraciones que a veces se pretenden sonsacar al big data.

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