La caja de Pandora



Cuenta el mito de Pandora que esta fue forjada por Hefesto a instancias de Zeus, que seguía contrariado por el robo del fuego perpetrado por Prometeo, fuego sagrado que después entregó a los hombres. Cada uno de los dioses olímpicos instruyó a Pandora en sus artes, y una vez adornada con todos los dones fue enviada al mundo junto a una caja, una caja que no debía ser abierta jamás. Allí conoció a Epimeteo, hermano de Prometeo, que pese a estar advertido de las represalias que sin duda Zeus estaría tramando, la aceptó en su casa. Más aun,  Epimeteo se casó con Pandora, desoyendo los consejos de su hermano Prometeo. Entonces Pandora, empujada por la curiosidad, abrió la caja que los dioses le habían dado. De la caja brotaron todos los males y se esparcieron por la tierra. Rápidamente Pandora cerró el receptáculo de las desgracias, pero era demasiado tarde, solo pudo retener uno de los males dentro de la caja: la esperanza.

Con Epimeteo, Pandora tuvo a Pirra, quien se casaría con su primo Deucalión, y vivirían juntos los sucesos del diluvio y posterior repoblación del mundo.

Pandora es la primera mujer, y encarna los recelos del patriarcado hacia este género: sus artes, los males ocultos tras una fachada bonita, la curiosidad. Y es interesante que en este mito se otorgue la propensión a la curiosidad a la mujer, aunque sea con una connotación negativa; es la misma curiosidad que lleva a Eva en el Génesis a comerse la manzana, y vemos aquí una clara relación con el mito hebraico, donde el acto de comer del árbol del conocimiento  supone —y recordemos que  la curiosidad es una de las bases del conocimiento— un gran mal para el hombre, al ser expulsado del paraíso, igual que el acto de abrir la caja por parte de Pandora también castiga a la humanidad.

En el mito de Pandora, la curiosidad quiere ser interpretada, no como una curiosidad científica o que busca el conocimiento, sino como una curiosidad felina, fisgona y metomentodo. Una curiosidad que acarrea problemas y malentendidos, esa que es advertida con el dicho de «no preguntes, si no quieres conocer la respuesta». Otra vez, es el prisma de la masculinidad el que busca degradar las virtudes de Pandora, puede que por miedo, puede que por celos.

Solo queda la esperanza en la caja de Pandora, ese recipiente que es una metáfora del corazón del hombre. La esperanza, bien que pueda parecer un don, un consuelo, es en realidad para el mito un engaño que nos hace persistir en las empresas imposibles. Y eso tiene mucho que ver con Pandora, y con las costumbres reproductivas de las sociedades occidentales, y las ambiciones de los hombres.

En cualquier caso, es curioso, valga la redundancia, el comprobar la similitudes entre este mito griego y la mitología judeo-cristiana. No olvidemos que a Pandora le sigue el mito del diluvio. Y si no es así, que baje Noé y lo vea.

La caja de Pandora from ftmassana on Vimeo.


Fuentes y referencias:

  • «Diccionari de la mitología grega i romana», Jordi Parramon i Blasco, Edicions 62, Barcelona, 1996.
  • «Fábulas mitológicas de Higino», Francisco Miguel del Rincón, Alianza Editorial, Madrid, 2009.
  • Imagen: «Pandora», Jules Joseph Lefebvre, 1882

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