De la piedra y el asfalto brotan raíces negras, a veces tangibles, a veces solos sombras. Y por la noche, bajo la luna llena, despiertan seres que descansan bajo los escombros o en recovecos mugrientos. Arañas metálicas y gusanos de polietileno.
La ciudad intenta huir de la naturaleza, con bloques de hormigón que retengan la vida, que la vuelvan fría, mineral e infructuosa. Pero la piedra también es parte de la naturaleza, y el hombre, y no hay sapiencia capaz de encerrar el caos que se arrastra con la cucaracha en la sombra, o que germina en un solar deshabitado.