A lo largo de mi vida, casi treintaiún ciclos bastante ajetreados, no he conocido a muchos locos, no a locos de verdad, de esos que piensas: “Deberían encerrarlo en un manicomio”. Evidentemente, tampoco he conocido a ningún psicópata homicida, o eso creo, pero la mayoría de nosotros nos podemos hacer una idea aproximada de cómo es un loco o un psicópata gracias a didácticas series o películas que abordan el tema con un deleite preocupante. La televisión y el cine han creado el mito de “el loco”, una imagen estereotipada y teatral de lo que seguramente sean los locos de verdad. Locos de atar no he conocido, aunque gente ligeramente perturbada esos sí los hay a puñaos.
Cuando uno analiza qué es la locura, por un lado, tiene la faceta exterior y más vistosa de “gente que hace cosas raras”. Pero no todo el que hace cosas diferentes a lo común está loco, ni mucho menos. Por otro lado hay el núcleo del problema, que es una percepción diferente de la realidad, que es el desencadenante de las conductas “raras”. Pero tampoco el percibir la realidad de forma diferente al resto nos convierte en locos. ¿Entonces, dónde reside la locura? Según mi entender, en un análisis erróneo de la realidad, en sacar conclusiones equivocadas por un funcionamiento deficiente del cerebro.
Claro que, si aceptamos esto, en el mundo habría millones y millones de locos, todos aquellos que no se dan cuenta de las cosas. Nos faltaría en dicho caso, perfilar la definición añadiendo que los locos son aquellos que analizan erróneamente la realidad, con errores diferentes a los aceptados por la mayoría.
La locura siempre implica un punto de estupidez, pero no más que el borreguismo del que todos hemos pecado alguna vez. Al crecer, he ido perdiendo poco a poco la capacidad de enloquecer. Lo ataño a que con los años he ido aprendiendo, he madurado mentalmente, he perdido estupidez y en consecuencia locura y borreguismo. No se puede negar que los niños tienen menos capacidad de análisis, porque es una habilidad que se aprende, y como todo lo que se aprende requiere de tiempo, del que los niños han dispuesto menos que los adultos. Por consiguiente, los niños deberían tener más tendencia a la locura. Pero no solo es la locura un germen de la mente inmadura, hay muchos otros, y hay muchas personas adultas que no han madurado cerebralmente lo suficiente, no han aprendido los métodos de análisis adecuados o tienen una anomalía física, y por eso enloquecen.
Al sentir el desaliento, la autocompasión, reconozco detrás la misma estupidez que podría haberme vuelto loco años atrás. Pero es justamente al entender que la melancolía emana de partes inmaduras del ser, que uno la desecha y adopta una visión más inteligente, más madura. Y de golpe, los locos y los infelices se vuelven niños a los ojos de uno, niños que aún tiene que aprender aquello que algunos tuvimos la suerte de que nos enseñaran. Niños a los que hay que ayudar, niños que nosotros fuimos y quizás volveremos a ser. Solo niños.
1 ª imagen: ~kisakii http://kisakii.deviantart.com
2 ª imagen: http://www.blingcheese.com
“Caer está permitido. ¡Levantarse es obligatorio!.” “Sólo se ha perdido cuando se deja de luchar.” http://www.diostube.com/videos/4225/1-2-Como-superar-el-desaliento—Charles-Stanley
Diostube, diostube… Acaso la religión no es un infantilismo social, una locura colectiva, una forma de no asumir las responsabilidades y otorgárselas a un tercero inverificable. Dios no es la solución. Dios es parte del problema.