A contraluz, describiendo la penumbra, los cielos se abren, las formas se definen. Entre la negrura, los símbolos invocados por la silueta dicen mucho más de sí mismos que ante la implacable luz del sol.
Un Barcino de vampiros y conjuras modernistas es evocado en los sueños de setas pasadas. Una luz de neón, de un rosa ácido, parpadeando en un callejón secundario me hace creer por un momento estar cerca del After Alice. Pero todo son fantasías, o quizás recuerdos. Mundos en que entras y sales, te pierdes, tan fugaces y reales como este cuento inacabado que leemos día tras día.
A contraluz, el cielo es tan inmenso, grandioso y eterno, como cuando observamos las estrellas, o como cuando naufragamos en medio del océano azul, si es que no es lo mismo. Los vientos que agitan las nubes, los astros, se alzan señores de un reino gaseoso y sutil, y nosotros empequeñecemos, ensombrecidos, insignificantes.
Y miramos al cielo. Siempre miramos al cielo en busca de respuestas, abrumados por la luz y la belleza. Miramos al cielo, esperando una respuesta, aunque no sepamos exactamente que preguntar.
Gracias por las miradas…sin un ojo que las discierna, las luces y sombras son poco más que recuerdos que aún siguen sin descubrir. Es ese Juan tres dedos, que veo correteando junto al Palau?