Quién es cuándo



La inquebrantable unión del yo, a lo largo de la vida, arropa de coherencia nuestra existencia. Pero esta unión, esta cuerda que enlaza nacimiento y muerte, es tan frágil que la ilusión se desvanece al preguntar algo tan simple y tan profundo como ¿Quién eres? ¿Dónde empiezas y dónde terminas?

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¿En la punta de tus dedos?, ¿en tus uñas quizás?, ¿acaso tu piel muerta que empolva la estantería es una porción de ti?, y si es así, ¿eres parte del mobiliario?. No hay forma de precisar empíricamente cuál es el contenedor del alma, al no haber tampoco forma de concretar cuál es el contenedor de la vida. Cualquier objeto que delimitemos mentalmente, lo cual incluye a uno mismo, es un conglomerado difuso de agua, piedra y aire. Lo que vemos y asociamos a los objetos o personas son patrones de estabilidad: « ¡Vaya! -exclama nuestro pensamiento-   eso tiene una estructura parecida a eso que vi ayer, ¿Será lo mismo?».   Reconocemos un orden, una melodía a la que damos un nombre, sin prestar atención a que los acordes de materia y energía fluctúan en un vaivén que no conoce nuestro patrón. Aquello que define quiénes somos es la creencia de aquello que define quiénes somos. Es un palíndromo mental, un bucle sin sentido más allá del que nosotros queramos darle.

Pero si ya nos parece tedioso anunciar al mundo quiénes somos, todo se complica al añadir una dimensión. ¿Quién eres?   pero aún más importante ¿Cuándo eres?quienescuando2.jpg
¿Eres el niño curioso que fisgoneaba la naturaleza en el parque? ¿O eres el viejo que balbuceará tiempos   mejores? Alguno dirá «soy el ahora», mientras ese yo se le escapa de las manos al tiempo que pronuncia la frase.

¿Una vez hayas muerto qué dirán? ¿Quién fue? ¿Fue el joven temperamental que creía en las utopías, o bien fue el hombre maduro que cansado ya no esperaba un cambio?.   Seguramente, fue tantas cosas que elegir una sería terriblemente arbitrario. Fue todas esas cosas que somos todos, semejanzas que diluyen a los hombres en un único ser, que siempre está viviendo multitud de vidas paralelas en el espacio y en el tiempo.

Un hombre que es todos los hombres en un tiempo que es todos los tiempos.
La verdad es que ese único ser que digo somos todos, es una idea tan estúpida y humana como la idea del yo. Voy a llamarle Señor Cuinqueando, si no le importa, y al tenerlo ahora cara a cara, viéndome reflejado en él, como veo reflejado a todos aquellos que conozco, solo puedo decirle: «Quién te ha visto, y quién te ve…»

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imágenes: Duane Michals


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