Accidentada rutilla Cátara



camis-del-bons-homes_250x250.jpgEste verano nos propusimos recorrer una parte del “Camí del bons homes”, una gran ruta muy conocida en Catalunya que va desde el santuario de Queralt, en Berga, hasta el castillo de Montsegur, en Francia. El camino de los buenos hombres corresponde a la Gr-107, y cruza el pirineo, montaña arriba montaña abajo, en un entorno con vistas y parajes maravillosos. Lo de “bons homes” se refiere a los Cátaros, la comunidad herética (según la ortodoxia católica) que prosperó en la occitania francesa durante la edad media (s.X dc aprox). “Buenos hombres” era una designación que solía atribuírseles, y se cree que el camino corresponde a la ruta de huida que muchos de ellos emprendieron durante la cruzada albigense.

cathars_expelled.JPGPoco nos ha quedado de los cátaros, solamente un puñado de castillos en el Pirineo Francés y las declaraciones forzadas y tergiversadas que los inquisidores crearon a base de tortura e imaginación. Por lo visto tenían una concepción dualista del mundo, donde el mal se manifestaba en la materia y la vida del hombre, y el bien en el espíritu y el más allá prometido. De tal manera que esta vida y todo su materialismo estaban condenados a los infiernos. No creían en una estructura religiosa, como pueden ser la iglesia católica y su afán de acumulación de poder, ya que la religiosidad empezaba dentro de uno mismo, y debía ser interpretada a través de uno mismo. Además, producto de una sociedad de fondo muy avanzada, la mujer era muy bien considerada comparativamente, y podía predicar y ejercer en igual medida que el hombre.

Ideas tan progresistas no gustaron ni por asomo a la iglesia oficial, que veía que si se dejaba pensar al pueblo y que   entendiera las escrituras (pues tradujeron el nuevo testamento al provençal), su poder tarde o temprano terminaría cayendo por su propio peso. Así que emprendieron una cruzada, la primera en suelo Europeo de cristianos contra cristianos. Una masacre sin sentido que a relegado a estos hombres a un cierto olvido.

covaquer.jpgEn Berga se respiraba una tranquilidad embriagadora, estuvimos allí un par de días, paseando y haciendo alguna que otra pequeña excursión. La ascensión al santuario de Queralt, que se encuentra en una montaña detrás de la ciudad, fue sorprendentemente dura si tenemos en cuenta que son apenas un par de kilómetros, aunque con un desnivel vertiginoso. Sin embargo, las vistas que te ofrece la altura de la plana central catalana son magníficas. Ahí, en el santuario, hay una pequeña construcción que recuerda los quehaceres modernistas, con forma cónica y de tallo naturalista. Se trata de la “cova de la troballa” ( la cueva del descubrimiento), donde según la tradición se encontró la virgen de Queralt.

El “camí dels bons homes” empieza justamente en el santuario, y nuestra idea era hacer las 2 primeras etapas en 3-4 días aproximadamente. De Queralt a Gòsol, y de Gòsol a Bagà. Íbamos con la tienda de campaña a cuestas y no teníamos ninguna prisa, así que emprendimos el sendero con ganas, ignorantes de todo aquello que iba a pasarnos. Es un camino de dificultad moderada, aunque la primera parte de la etapa inicial es ciertamente durilla, sobre todo por el marcado desnivel que hay que remontar. El plan de la jornada era ir de Queralt hasta el pueblo abandonado de Peguera, que se encuentra justo en medio de la etapa, y acampar ahí. Pero lo que no sabíamos es que también se encuentran en el medio de la etapa las 2 únicas fuentes de agua potable, lo cual supuso que pasáramos un poco de sed, sudando como sudamos, hasta llegar al final de la jornada. Hay que decir que nos confundimos de camino cuando estábamos a 15 minutos de nuestro destino, y esto provocó que anduviésemos un par de horas más de las previstas. Fue justo cuando estábamos a punto de llegar al pueblo abandonado de Peguera, una bifurcación que señalaba peguera para abajo nos hizo cometer un error básico, dejar de seguir el camino de baldosas amarillas (en este caso, las marcas rojas y blancas de la GR). Hubiéramos vuelto antes si no fuera porque también encontramos otro pueblo abandonado, aunque después de un análisis concienzudo vimos que no era el nuestro.

Pasado unos pocos kilómetros el pueblo de Peguera decidimos acampar detrás de un montículo con algún que otro árbol, en un planicie llena de vacas. Los rumiantes estaban sueltos por todas partes por donde alcanzaba la vista, pero como todos sabemos, las vacas no hacen nada más que “Mu”. Al poco de instalarnos y estirarnos en el interior de la tienda roja para descansar un poquito, Maika me comenta que ha oído un soplido justo al lado. Yo, creyendo que sería una vaca y con intención de asustarla salgo de la tienda y me encuentro con un toro semental ¡Si me dicen que es un bisonte   me lo creo!. Seguramente no nos hubiera hecho nada, pero por si acaso y ante el evidente susto, decidimos cambiar de ubicación.

Pernoctamos al lado de “la Font de la bruixa”, que más que fuente era un hilillo de cristalina agua que agotaba la paciencia.   La noche transcurre con cierta tranquilidad, es sorprendente el silencio y paz que reina en estas cotas de altitud. Pero sobre las 3 de la mañana oigo pasos, de cierta gracilidad, por lo que deduzco que serán rebecos. Habíamos ido a la montaña para hablar con dios y apaciguar los espíritus, pero los olímpicos no nos eran favorables. A la mañana siguiente cual fue mi sorpresa al descubrir que una de esas graciosas cabritas nos había robado una bota de montaña que guardábamos dentro de la doble cobertura de la tienda. Por suerte, a 15 minutos teníamos la única carretera que cruzaba la ruta, un solitario rio de asfalto que se dirigía a la estación de esquí de rasos de Peguera.

Dos horas andando por la carretera y nos recogió un buen samaritano. Así termina esta experiencia de verano, esta pequeña gran aventura que siempre nos quedará en el recuerdo.


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