Las prolijas vacaciones en la bella Italia me han obsequiado con multitud de fotos, algunas de ellas curiosas, otras recurrentes, y muchas duplicadas. Podría decirse que fundimos los carretes (si pudieran fundirse las tarjetas digitales) con más de 2000 imágenes, que si le sumamos las diferentes versiones en hdr, supone un buen bocado a mi colapsado disco duro.
Como a menudo suele ocurrirme, los cielos me cautivaron, amplios, agitados o serenos, formaron estampas de postal, bucólicas unas, típicas (tengo que reconocerlo) otras, aunque de indudable belleza todas.
En los pueblos se respiraba un aire austero pero alegre, campestre, y aromático a veces si deambulabas cerca de una trattoria.
También bebimos del cosmopolita y turístico peso del pasado, en las principales ciudades de la zona.
Bajo el agua, en la piscina o en los charcos termales, disfrutamos de este bien de los dioses. La gorgoteante y caprichosa agua, filtro y puerta de otras realidades.
Al final, como era de esperar, encontramos lo que habíamos ido a buscar a Italia: Sol, tranquilidad, juegos de manos y buena comida.
Mamma mia! quins paisatges més idíl ·lics mal parit. Els suggerents ‘paninis diabòlics’ m’han posat les dents llargues heh. A veure si jo puc fer una escapada florentina l’any vinent…