Inflama (en Busca del Fuego)



in3Desde tiempos ancestrales el fuego ha suscitado en los hombres el despertar de un sentimiento interior, tosco y antiguo, que aferrado a nuestra naturaleza perecedera nos abre las puertas hacia otro universo. Somos tierra, barro malformado, y el fuego se nos presenta ante nuestra psique como energía pura. Las llamas danzantes, espíritu en movimiento, nos recuerdan lo que somos. Tierra.

in1Varios estudios nos revelan que, con probabilidad, el fuego fue para el hombre uno de los desencadenantes de su sociabilidad e intelecto actuales. Homínido antes asustados y escondidizos por la noche, ahora podían yacer junto a la fogata, y hablar entre ellos de los acontecimientos que habían transcurrido durante el día. El fuego daba al ser humano la oportunidad de desarrollar sus facultades socio-mentales más allá del reino de la luz, en un entorno mucho más íntimo, propicio para contar historias y leyendas. Además del beneficio que pueda suponer el poder especular sobre el pasado y el futuro, existía un aspecto quizás mucho más significativo, el rompimiento de una barrera mental. Antes la naturaleza, caprichosa, controlaba al hombre, ahora el hombre había dominado una energía inexplicable, mágica… ahora era el hombre quien controlaba una parte de dios.

in5Pero como se suele decir, “el hombre propone, y dios dispone”, así que nos fuimos ha hacer una barbacoa a Collserola, el monte que hace de barbas a Barcelona, con mal tiempo lloviznero y la esperanza de encontrar sitio en el bbq-park de turno.

Al final, por suerte, la cosa no fue tan mal.

Las brasas ardientes y bien alimentadas hicieron su trabajo a la perfección: churruscar cien calçots y otro poco de carne. El calor palpitante enrojecía nuestras mejillas delicadas, urbanas, y el olor del carbón y la grasa quemada impregnaba todo lo que allí se encontraba.

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Aparte de las risas y el bien estar con los amigos, el acto de quemar leña, la combustión en si y el manejo del fuego, entraña ese sentimiento primigenio de dominación. De sentir lo que nos ha hecho el yugo de la naturaleza, ese poder incontrolable que quizás será el mismo que nos hará desaparecer.

Recuerda quien eres -susurraba a chisporroteos el fuego-, y ten cuidado de no quemarte.


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