El mito como sedimentación del recuerdo



Es curioso observar como en el mundo moderno, a medida que las generaciones van llegando a la madurez, las influencias infantiles o de primera juventud  que éstas han tenido se van cristalizando en obras míticas, casi de culto. Habrá en este proceso psicológico algo de añoranza, como también algo estructural de la propia memoria. Tengamos presente como muchos abuelos seniles rememoran una y otra vez vívidamente sus peripecias de juventud, mientras que son incapaces de recordar nada de lo ocurrido en periodos de su vida más cercanos. Porque lo que pasa cuando somos niños queda grabado a fuego en nuestras mentes, por atención, que es hija de la sorpresa y el interés. Dicen que los niños no escuchan, pero es más bien al contrario, y están muy atentos a un mundo que todavía les es un misterio.

Cuando los estímulos acontecen en la infancia son banales, propios de lo cotidiano, pero el día de mañana, esas historias, películas o canciones que digerimos las recordaremos como fabulosas, con un potente vínculo emotivo. Si lo juntamos con la convergencia de estímulos y preferencias de una generación en concreto, ahí nace el mito. Star Wars o La historia interminable, son el Minecraft o el Bad Bunny del mañana, por raro que nos pueda sonar a día de hoy.

El recuerdo colectivo se va sedimentando en los nuevos mitos, y cabe preguntarse si Aquiles fue entonces simplemente un guerrero de carne y hueso, un héroe que un niño recordó cuando fue padre, y trasmitió dando consistencia al mito a cada generación subsiguiente. Porque que el mito nazca del recuerdo no es baladí, pues ello nos descubre que tras cada mito hay una historia real que le dio origen. Exagerada, tergiversada o hasta inventada, pero es de ahí, del recuerdo del adulto, de donde nace la mitificación.

Además, este tipo de recuerdo mitificado es el fuego de las tradiciones, que no dejan de ser costumbres repetidas durante algunas generaciones. Si a partir de hoy nos pusiéramos a cantar cada día por la mañana encima de una silla, y tuviéremos el suficiente éxito reproductivo, sin duda ello acaecería una tradición en el futuro. Mito y tradición manan del recuerdo, y de la curiosa solidificación de la memoria.

Así pues tengamos hacia Frozen el respeto que se merece, o se merecerá en el futuro. Aunque tarde o temprano sabemos terminará sucumbiendo ante nuevos dioses, es el ciclo vital del mito. No obstante, debemos tener presente que el mito a menudo no muere, únicamente se transfigura, y su arquetipo permanece. ¡Dios nos libre del héroe, el monstruo o la princesa!



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